Jorge G. PALOMO / San Sebastián de los Reyes, Madrid / 28.08.2017
Todos miramos al cielo con cierta admiración. Por muchas veces que hayamos contemplado fuegos artificiales, el espectáculo visual siempre es inconmensurable, de una belleza embriagadora. Una especie de magia luminosa y volátil que conlleva un verdadero esfuerzo organizativo, de logística, creatividad y normativa. Porque el montaje de la pirotecnia, un arte en sí mismo. Y comienza muchas horas antes. Es pura química, talento, concentración, destreza digital y figuras teledirigidas que pintan el firmamento de colores y de formas insólitas. Pero el proceso es laborioso y sujeto a las inclemencias del tiempo, como relataba Rodrigo García, propietario del madrileño taller de pirotecnia Almudena, una hora antes del espectáculo y tras una jornada muy intensa.
Son muchos los preparativos, sin duda, para que todo esté listo. Y en Sanse se han manejado 305 kilos de material reglamentado, que se han distribuido en 47 módulos de 13 líneas. Para entendernos, una coordinación rigurosa, con cadencias de fuegos hasta 0?05 segundos. Atrás quedaron las mechas. La digitalización es fundamental. Un periplo que requiere un gran trabajo en equipo, una técnica depurada, mucha seguridad e imaginación. Mención especial merece Protección Civil, así como la Policía Local, siempre alerta para que esta flamante actividad se desarrolle sin incidentes y con todas las garantías. Que sea un deleite para el observador.
La idea de los pirotécnicos es dibujar en el cielo. Y si bien los fuegos artificiales iluminan todo el municipio y la zona norte de Madrid, el entorno del Parque de la Marina es un mirador perfecto. Miles de personas se congregaron en la medianoche del domingo para dar la bienvenida a una semana que seguirá siendo grande. Porque las fiestas de Sanse viven su plenitud y los próximos días seguirán invitándonos a hacer castillos en el aire.