Entrevista a la bailarina y productora Lucía Lacarra
Por La Plaza de Sanse
“No debemos aceptar el maltrato en la danza, los bailarines tenemos derecho a tener una vida, a tener voz”.

“Lost Letters” es la primera creación de la compañía de ballet de Lucía Lacarra, bailarina consagrada en escenarios de medio mundo que llega al TAM, el próximo 16 de noviembre.  El espectáculo cuenta una historia conmovedora y evocadora que explora la temática de las conexiones perdidas y nos invita a reflexionar sobre el poder de la comunicación. “Lost Letters” lleva al público en un viaje emocional y visualmente impactante, la historia basada en una carta real escrita por el artillero de la Primera Guerra Mundial Frank Bracey a su esposa, Win. 

PREGUNTA: Hace un año del estreno de Lost Letters, ¿cómo ha sido la reacción del público? 
RESPUESTA: La acogida del público ha sido maravillosa. Tanto en España como fuera de nuestras fronteras es emocionante ver cómo ha conmovido al público. 

Es un espectáculo de danza con un tono muy cinematográfico. ¿Qué queréis conseguir con la parte audiovisual del montaje? 
Con esta obra intentamos fusionar distintas formas de arte porque nos gusta llevar la danza a otros niveles, y eso se consigue gracias a una comunión con las artes audiovisuales, que es una de nuestras señas de identidad. Nos ayuda a poner al público en una localización, en un momento y en una emoción instantáneamente. Nosotros tenemos una compañía pequeña y necesitamos conseguir que con muy poco podamos trasladar al público al lugar donde queremos.

¿Cómo se ha gestado Lost Letters? 
Como todo lo que hacemos, esta obra es muy personal. Hemos disfrutado muchísimo todo el proceso creativo, desde la primera idea hasta el último detalle. El proceso de creación es un como un juego en el que dejamos fluir las ideas, sabiendo que todas son válidas y que hay que saber escoger las mejores. Creamos desde la plena libertad y con apertura total a escuchar y a ver. Y es así como surgen auténticas maravillas que nutren las historia. 

Matthew Golding y tú sois pareja profesional y sentimental ¿cómo ha surgido esa sinergia tan íntima?  
Aunque ya nos conocíamos por coincidir en lugares comunes de esta profesión, nuestras vidas se cruzaron en 2019, y nos dimos cuenta de estábamos en la misma energía, él quería crear y yo producir, y está siendo maravilloso. A los dos nos gusta crear nuestras propias historias y eso es algo que pocas compañías se pueden permitir hoy en día porque es muy complicado. Compartimos la responsabilidad de que el público entienda lo que está pasando y eso en danza es difícil porque muchas veces se pierde sobre el escenario y el público desconecta de lo que está viendo tratando de entender qué está pasando. Por eso muchas compañías prefieren hacer algo abstracto o poner un título de algo conocido, para atraer al público. A nosotros nos gusta apostar por lo difícil, pero con la responsabilidad de que sea claro, que el público lo entienda y que no se pierda nada, que no esté pensado, solo sintiendo. 


El espectáculo habla de la importancia de la comunicación, ¿crees que la danza es una forma también de contar historias? 
Soy una persona que intenta exprimir al máximo lo que ofrece esta forma de vida que yo elegí para mí. Por eso siempre he querido experimentar, descubrir, vivir el máximo de estilos posibles, hacer el máximo de roles para descubrirme como persona y como artista, para aprender. Tanto Mathew como yo coincidimos en esto y nos expresamos mejor en el mundo neoclásico, porque disfruto metiéndome en la piel de un personaje, cuanto más distinto a mí, mejor; y lo vivo como un proceso de investigación personal. Es un trabajo que me parece tan beneficioso que intento trasladárselo así a los jóvenes bailarines. El porcentaje del público que sabe si un paso está bien hecho o no es muy pequeño, pero el que puede recibir una emoción, es el cien por cien. Eso es lo que convierte a un ejercicio en danza y a un movimiento en arte. 

La emoción como búsqueda de la belleza, ¿ese es el objetivo de tu danza? 
Queremos sentir y hacer sentir, porque creo que la memoria visual es mucho más corta que la memoria de las emociones. Puedes ver muchas cosas maravillosas, pero siempre habrá otras que las superen, es información. Pero cuando algo te hace sentir, es cuando no se te olvida, se queda contigo. Esa   búsqueda es nuestro objetivo. 

Estrenas también tu propia compañía de danza. Háblame de esta experiencia. 
La compañía lleva poco más de año y comenzamos con Lost Letters en el Teatro Arriaga de Bilbao. Es una compañía pequeña y privada, y desgraciadamente no puedo mantener a los bailarines con salarios anuales, ojalá pudiera, pero lo que sí intento es crear un ambiente positivo donde todos crezcamos a través del disfrute. Lo que queremos ayudar a los bailarines en sus inicios, algunos de ellos se han subido a un escenario de forma profesional por primera vez con nosotros. La situación de la danza no es fácil, pero no me gusta quejarme, prefiero hacer lo que esté en mi mano, aunque sea un granito de arena en una playa enorme. 

Sufrimiento, exigencia y rigor son conceptos muy ligados a la danza ¿siempre tiene que ser así de duro?
Los ejercicios, la barra, las líneas, la forma, el pulir las posiciones…todo eso es el vocabulario básico que compone las frases sobre el escenario. Y eso es duro porque en un cuerpo normal es antinatural y hay cuerpos que no están preparados genéticamente para eso. Pero además de esta base física, nos encontramos con una presión psicológica contra la que yo lucho todos los días. Hay que cuidar mucho hacia dónde va toda esa autocrítica, la constante corrección y la búsqueda de la perfección, porque puede acabar de forma muy negativa. Es posible trabajar de una forma exigente, pero positiva, es lo que hay que tener en cuenta en la docencia, porque he visto a muchos bailarines excelentes que se han quedado en el camino. Además, creo que no debemos aceptar un maltrato en la danza. Me gustaría trasladar a los profesionales de este arte que no se queden donde nos les traten bien, que tienen derecho a tener una vida, a tener voz y a expresar lo que les haga sentir incómodos. 

¿En qué momento profesional te encuentras ahora? 
Me han hecho muchas veces esta pregunta y si miro hacia atrás y pienso lo que he contestado, creo que siempre digo que estoy en mi mejor momento. Para mí la vida ha sido un aprendizaje, nunca quise quedarme en el mismo sitio y he seguido evolucionando. Siempre me han regalado papeles y espectáculos maravillosos y desde hace unos años estoy creando, junto con Mathew, mis propias obras. Pero no solo eso, ahora, con esta nueva compañía que hemos creado, llevo la producción, la logística, la dirección…soy hasta la que reserva los hoteles para la compañía. Hago el trabajo de seis personas porque somos una compañía pequeña, y no te puedes imaginar lo feliz que me hace, porque estoy plenamente satisfecha y me hace amar más este gremio. Además, estoy trabajando en dos proyectos futuros de la compañía y tengo fecha de estrenos para uno de ellos. 

 

Nacida en la localidad guipuzcoana de Zumaia, Lucía Lacarra debutó como profesional en el Ballet de Víctor Ullate a la edad de quince años. Bailarina principal de los Ballets de Marsella, San Francisco, la Ópera de Múnich y Dortmund, Lacarra ha cosechado los principales premios del mundo de la danza, como el Nijinsky, el Benois de la Danse o el Premio Nacional de Danza y reconocimientos como ‘Bailarina de la Década’ en el Palacio del Kremlin. En 2007, se convirtió en la primera bailarina española invitada a participar en el Concierto de Año Nuevo de Viena. Junto a Matthew Golding, ha creado y producido los espectáculos Fordlandia (2020) e In The Still Of The Night (2021), por cuya interpretación recibió el Premio Max. En pocas semanas recibirá la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes 2023. 

La Plaza de Sanse 
 

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